Pintura y Poesía
En ocasiones
anteriores, os he ido comunicado de manera explicita que, en mis sesiones de
trabajo, se da una multiplicidad de pequeñas (o grandes, según se mire) faenas.
Como ya sabéis, estos trabajos van desde la realización y desarrollo de distintos
proyectos al estudio y análisis de diversas ideas; pasando por el tratamiento y profundización en
diversos temas.
Lo que todavía no os había confesado (no fue imprescindible ni necesario) es mi vena de poeta.
Lo que todavía no os había confesado (no fue imprescindible ni necesario) es mi vena de poeta.
En algún momento
pasado dije que soy un poeta compulsivo y que ejerzo, como decía León Felipe,
sólo cuando el viento sale de la caverna donde descansa.
También quiero
dejar claro que, para mi, las artes tienen puntos de contacto y concomitancia
de manera que, en ciertos momentos, se traspasan las fronteras que las separan
sin apenas darse uno cuenta (o, dándose cuenta, sin forzar situaciones). Así, en algún que otro momento, cuando estoy
pintando siento la necesidad de abandonar el pincel para tomar la pluma (o el
lápiz, o el estilógrafo) para escribir en cualquier papel el verso que acude a
mi mente; que, en ocasiones, también llega a formar parte de la obra, a veces
como título.
He aquí un par de
ejemplos de la conjunción entre la obra plástica y la obra poética (Haikus).
José G. Ramos, 1999. Mixta (140x140 cm) |
Los cuatro vientos,
soplando hacia el centro,
se deshacían.
José G. Ramos, 2000 Mixta (75x62 cm) |
Se levantaba,
desde ninguna parte,
la esperanza.